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JUAN TERRERO PÉREZ
Ei pasado martes 16 de febrero se cumplieron 48 años del vil fusilamiento del coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, ordenado por el presidente Joaquín Balaguer. Caamaño había desembarcado la madrugada del 2 de febrero de 1973 por playa Caracoles, Azua, del velero Black Jack, con otros ocho compañeros con el objetivo de instalar en la cordillera Central un foco guerrillero para derrocar el régimen tiránico que encabezaba el caudillo reformista.
“Aquí, en República Dominicana no hay cárcel para un preso de ese tamaño”, se atribuye haber dicho el presidente Balaguer, cuando los jefes del Comando de Operaciones de las fuerzas regulares que enfrentó al coronel Caamaño, comunicaron al mandatario sobre el apresamiento vivo del Coronel de Abril, en Nizaíto, San José de Ocoa. Las operaciones antiguerrilleras eran comandadas por los generales Enrique Pérez y Pérez, Ramón Emilio Jiménez hijo (Milo) y Juan René Beauchamps Javier. Ninguno d estos altos jerarcas militares quisieron ofrecer detalles de la muerte del coronel Caamaño Deñó.
El Coronel de Abril fue apresado levemente herido en una pierna por un batallón de miembros del grupo élite Cazadores de Montañas de Constanza del Ejército Nacional, comandada por el primer teniente Raúl Almonte Lluberes (Lluberito), quien aún conserva como botín de guerra, el reloj de Francis Caamaño.
Hace unos años, un alto oficial del Ejército Nacional, quien en ocasiones sirvió como alto funcionario del Departamento Nacional de Investigaciones (DNI), nos reveló detalles sobre los últimos momentos de vida del coronel Caamaño, quien, según esos datos, mantuvo una acre discusión con el alto mando antes de su fusilamiento.
