Al principio, en enero, fue un simple “lo tenemos controlado”. Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, minimizaba el comienzo de los casos de coronavirus COVID-19 en su país. “Es una persona que viene de China. No va a pasar nada”, decía.
Trump, siempre polémico y escéptico, ha dado un viraje radical a su discurso inicial frente a la ahora pandemia del coronavirus.
“Va a salir todo bien”, “es un problema muy pequeño”, “prácticamente lo hemos parado”, “se irá en abril con el calor”, “quieren que parezca lo peor posible”. Las frases del presidente norteamericano durante enero y febrero muestran su inicial visión de lo que parecía una amenaza no tan seria.
Ahora, que Estados Unidos es ya el epicentro mundial del coronavirus con 356 000 casos y 10 500 muertes, el giro en sus expresiones es notorio. “Esta va a ser probablemente la semana más dura”, dijo ante la prensa en la Casa Blanca. “Va a haber muchos muertos, desgraciadamente”.
“Siendo Trump, trató de matizar que gracias a él la situación no será tan mala como podía haber sido. Pero hasta con matices, se trata de una declaración extraordinaria para un showman con aversión a dar malas noticias, y a la verdad en general”, escribe Pablo Ximénez de Sandoval en un análisis que hace en El País de España.
“Trump no parece haber tomado conciencia de la situación hasta que han muerto más de 5000 personas”, se afirma en el texto, en el que se agrega que es un jefe de Estado “que ha minimizado la amenaza y frivolizado con sus consecuencias humanas y financieras durante tres meses”.